En la Revolución se obra para ella. Desde Céspedes hasta Villena, desde Manzanita hasta Guiteras, desde Frank hasta Los Cinco, desde siempre hasta Fidel, muchas vidas dan fe de ello.
La Revolución vive de vergüenzas como las de Ignacio. Sí, porque El Mayor lo supo cuando tenía pocos hombres a su lado y el Comandante le gritó al mundo que “un pueblo blandengue” no tiene derecho a una Revolución.
Una Revolución es un acto de esperanza en el mejoramiento humano… es un sacrificio constante al que se va a entregarlo todo, y en el que “toda la gloria cabe en un grano de maíz”.
Hecha por hombres, la Revolución cubana, la definitiva, la de hoy, la de siempre, es un Hombre: Fidel; y un pueblo: su pueblo.
Noviembre hizo el parteaguas. No, no hay puntos medios.
Enero se acerca con la fuerza arrolladora de un hombre y su pueblo, un hombre que no duerme, que vela, que sigue el estudio constante al lado de Martí, que vigila la Maestra con el fusil al costado, que alerta desde las letras de su testamento político…
Enero llega para celebrar y agradecer su obra y su vida; para continuarlas.
Él lo dijo, lo más difícil está por venir. Esta, es una obra para sus hijos, para los valientes, para no poner rodilla en tierra, para no entregarla. Esta puede volver a ser una obra de machetes y de Sierra pero nunca de traidores a Fidel.
Por eso la Revolución vive, porque late en un pueblo y en un hombre… y porque “¡aquí, no se rinde nadie, carajo!”