Extraño a mi hermana. No era que nos viéramos todos los días pero, imagínense, cómo no adorar a quien me regaló al mejor ahijado-sobrino del mundo y la Tata bella de ojos de luna.
De niñas nunca conocimos el significado de la palabra paz, siempre había guerra; un pechizco, una lengua sacada y terminábamos castigadas, o más bien ella terminaba castigada por ser la grande. (y yo no me aprovechaba de eso, noo, qué va)
Los únicos juegos de pelota que recuerdo haber visto fueron aquellos que disfrutamos juntas acostadas frente al Krim de la casa por el simple placer de estar levantadas hasta tarde.
Con ella aprendí a bailar y a defenderme en el círculo y colaboró en mi rapto; también en las tareas,las recogidas de la escuela, y un montón de cosas innombrables.
Un día se sorprendió cuando descubrió que había crecido y una vez más se transformó para mí, ahora en confindente y en conciencia.
Hoy está en Bolivia, regresa en 10 en meses y 9 días. Tiene la misión de dar luz a los ojos de quienes nunca han visto, y yo me enorgullezco pero… hay mucha paz en mi casa.