Nunca me han gustado los girasoles. Se despeinan muy fácil y su centro es muy grande, los pétalos pequeños y tienen un tallo muy delgado.. uff, como que acabo de desplumar, si tuviera plumas, a un girasol.
Sin embargo, hubo una época en la que casi me gustaron: cerca de la parada donde cogía la guagua de regreso para mi casa de la universidad había un sembradio de girasoles; cuando iba caminando desde la uni hasta allá y veía las largas espigas el alma me volvía al cuerpo.
Y cuando llega diciembre, el 17, día de San Lázaro, las calles se llenan de ellos, y las casas también, y el amarillo en general toma por asalto la urbe.
Ayer ví uno tirado en la calle, solitario, mustio y me dio tristeza, pensé en cuantas alegrías dejó de dar, de cuántos romances no pudo ser testigo, y cuántas oportunidades de mirar al Sol perdió.
Por eso les dejo estos girasoles de Van Gogh, como pequeños soles de domingo, como el inicio de mis tregua con ellos y como la mejor metáfora de luz posible.
Miña, pero cómo no te van a gustar los giraloses, si son pura luz y alegría. Yo siempre quise tener una casa con patio y mesa de madera para ponerle girasoles encima todos los días de la vida. Me encantan así, grandotes y despeinados y muyyyy amarillos, hechos un haz de muchos tallos y pétalos, o tirados en un muelle, como en el video de Liuba… de verdad, no puedo creer que no te gusten los girasoles.
Pues con tu pintura de la mesa y el patio hasta me están gustando.. y cómo a ti no te van a gustar Tunie, si es que tú también eres luz, mi nube hermana.
si supieras, me gustan los girasoles, y estos de Van Gogh son divinos,como tu post!
Gracias mi Ley-hermana. Te extrañaba. Con dos hermanas apasionadas de los girasoles ya tengo razones suficientes para empezar a mirar esos solecitos con otros ojos. Mariposas